El suministro de comida está a punto de quebrar

Los grandes productores de alimentos tienen demasiado poder y los reguladores apenas entienden lo que está pasando.

El mundo 24 de mayo de 2022
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Los científicos llevan unos años lanzando desesperadamente la voz de alarma, pero los gobiernos se niegan a escuchar: el sistema mundial de alimentación empieza a parecerse al sistema financiero global cuando estaba a las puertas de 2008.

Si bien la bancarrota financiera hubiese sido devastadora para el bienestar humano, parece que el colapso del sistema alimentario no merece una reflexión. Sin embargo, las pruebas de que algo va francamente mal aumentan muy rápidamente. La actual escalada de precios de los alimentos parece la última señal de una inestabilidad sistémica.

Mucha gente da por supuesto que la crisis alimentaria se produjo por la combinación de la pandemia y la invasión de Ucrania. Aunque son factores importantes, lo que hacen es agravar un problema de fondo. Durante años parecía que se acercaba la extinción del hambre. La cantidad de personas desnutridas cayó de 811 millones en 2005 a 607 millones en 2014. Pero en 2015 la tendencia comenzó a invertirse. El hambre fue en aumento desde entonces: hasta los 650 millones en 2019 y de vuelta a los 811 millones en 2020. Es probable que este año sea mucho peor.

Y esto sucedió en tiempos de gran abundancia. La producción mundial de alimentos se fue incrementando de forma constante durante el último medio siglo y le ganó holgadamente al crecimiento de la población. El año pasado, la cosecha mundial de trigo fue mayor que nunca. Asombrosamente, la cantidad de personas desnutridas comenzó a aumentar justo al mismo tiempo que los precios de los alimentos empezaron a caer. En 2014, cuando hubo menos gente que nunca pasando hambre, el índice global de los precios de los alimentos estaba en 115 puntos. En 2015 cayó a 93, y se quedó por debajo de los 100 hasta 2021.

Según unas estimaciones de Oxfam, son solo cuatro corporaciones las que controlan el 90% del comercio mundial del grano. Las mismas empresas invierten en semillas, productos químicos, procesos, empaquetado, distribución y venta al por menor. A lo largo de 18 años se ha duplicado la cantidad de conexiones comerciales entre exportadores e importadores de trigo y arroz.
Los países se están polarizando y convirtiendo en superimportadores o superexportadores. Gran parte de este comercio pasa por cuellos de botella vulnerables, como los estrechos de Turquía (obstruidos ahora por la invasión rusa de Ucrania), los canales de Suez y Panamá, y los estrechos de Ormuz, Bab el Mandeb y Malaca.

Uno de los cambios culturales más rápidos en la historia de la humanidad es la convergencia hacia una “dieta estándar global”. Aunque nuestra comida a nivel local se ha vuelto más diversa, a nivel mundial se ha vuelto menos diversa. Solo cuatro cultivos -trigo, arroz, maíz y soja- suponen casi el 60% de las calorías plantadas por los granjeros. Su producción está concentrada actualmente en un grupo de países que se pueden contar con los dedos de una mano, e incluye Rusia y Ucrania.

La dieta estándar global se alimenta de la agricultura estándar global, a la que surten las mismas corporaciones con los mismos paquetes de semillas, productos químicos y maquinaria, y que son vulnerables a los mismos impactos medioambientales.

Ahora el sistema alimentario mundial debe sobrevivir no solo a sus debilidades internas, sino también a las disrupciones medioambientales y políticas que puedan interactuar entre sí. Por dar un ejemplo actual: a mediados de abril, el Gobierno indio se ofreció para solucionar el déficit mundial de exportaciones de alimentación provocado por la invasión rusa de Ucrania. Solo un mes más tarde prohibió las exportaciones de trigo después de que las cosechas se secaran en una ola de calor demoledora.

Debemos diversificar urgentemente la producción global de alimentos, tanto geográficamente como en lo que se refiere a las técnicas agrícolas. Debemos romper con las grandes corporaciones y especuladores financieros. Debemos crear sistemas seguros y producir alimentos de forma completamente distinta. Debemos introducir las capacidades excedentes en un sistema amenazado por sus propias eficiencias.

Teniendo en cuenta la gran cantidad de personas que pueden pasar hambre en tiempos de una abundancia sin precedentes, las consecuencias del grave fallo que podría provocar una crisis medioambiental en las cosechas escapan a nuestra imaginación. El sistema tiene que cambiar.

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