Nadie la vio venir

01 de febrero de 2022
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El oficialismo como oposición de la oposición parió un oficialismo como oposición del oficialismo y así hasta el infinito. Quizás desde la muerte de Nestor, siempre entendieron al revés, aquello de primero la patria, después el movimiento y por último los hombres (y mujeres). Es verdad que Kirchner no rompió con el Fondo y la economía creció. También es verdad que, antes de crecer, hizo falta un default y una pesificación asimétrica. La dirigencia, hoy mas que nunca necesita mas parabrisas y menos retrovisor para evitar el caos.

Máximo fue el arquitecto de la estrategia que devolvió el poder al peronismo. Convenció a su madre de ser candidata en 2017, para que las urnas revelen lo que, según el jefe de La Cámpora, era una negación sobre la potencia electoral de la hoy vicepresidenta. También forzó ese escenario para echar por tierra la idea de que el peronismo iba a renacer desde la “racionalidad” del massismo o alguna otra vertiente menos áspera. El kirchnerismo se adueñaba de la oposición y Macri se quedaba sin socios “racionales”. Para Máximo, doble ganancia. El resto lo hizo la decisión de Cristina en 2019, que su hijo interpreta como un renunciamiento sin antecedentes en la historia. Está convencido de que si su mamá hubiese encabezado la fórmula también ganaba; muchos en el kirchnerismo piensan lo mismo.
Desde hace dos años no definió por dónde va la gestión del Gobierno, pero sí le mostró los límites al Presidente y su gabinete. Si Cristina utiliza los discursos públicos para trazar su línea, el diputado usa la banca, la gimnasia parlamentaria y sus relaciones para determinar hasta dónde se estira la alianza. 

Tal vez el ámbito empresarial sea donde mejor se representa la sorpresa. Tuvieron que pasar años y algunas reuniones secretas con él para que algunos empresarios pesados se dieran cuenta que la representación del hijo del matrimonio Kirchner que habían comprado era un espejismo. Entendio algo que lo hizo cambiar de postura: el kirchnerismo al que tanto le temen ya no vive solo en Cristina. Si Cristina es la referencia, Máximo Kirchner es algo todavía más peligroso para sus intereses y sus negocios: el brazo ejecutor y el jefe de una generación entrenada para llegar al poder. Su jugada quizás lo desmiente, aún no se entiende. Máximo renunció con una elaboración que fue construida puertas adentro y culmina en esta definición que se erige en algo difícil de explicar, incluso para parte de la tropa propia. El hastío político de Kirchner tiene varios capítulos en el que, sostienen en su entorno, nunca se escuchó al accionista mayoritario.

Aquello de romper la historia porque no la podés escribir. Sale mal, sobre todo dos años después. La carta sacudió al sistema que hoy intenta recalibrar una brújula que se desmagnetizó luego del comunicado.
¿Qué va a pasar con el acuerdo ahora cuando el Fondo demandaba apoyo de todas las fuerzas políticas? Es una incógnita. Si bien los motivos esgrimidos internamente son muchos y muy variados, la supeditación de la política económica al acuerdo con el Fondo es el eje central del fastidio. Una molestia compartida con Cristina que hasta estas líneas, derivó en reacciones distintas.

La jugada es riesgosa. El corrimiento es una hoja de doble filo para el dispositivo de Alberto. El alejamiento de uno de los factores de poder más gravitantes de la coalición genera un temblor innecesario en un momento delicado para el oficialismo, pero a la vez les permitirá a los funcionarios del Presidente articular con un jefe de bloque con el que tengan más sintonía. La contrapartida de esto es que, ante una eventual falta de resultados, el gobierno podrá evocar cada vez menos el cuco kirchnerista. Esa justamente es la hoja de ruta de Máximo.

Esta versión le permite al kirchnerismo desmarcarse identitariamente, pero conservar los espacios de poder. Que hará la Casa Rosada. Es probable que Máximo y Cristina hagan el uno-dos: él consolida su rígido y CFK se muestra preocupada por la gobernabilidad. La postura componedora del Presidente en C5N seguramente generó la bronca en algunos de sus ministros que esperaban que la renuncia de Kirchner tuviera una reacción más contundente del primer mandatario. No hace falta. La coalición como fue pensada ya está dinamitada. Alberto se recostará sobre la no marginalidad que hoy reflejan las encuestas. Sin capital político propio. Toda una aventura.

El acuerdo en materia de financiamiento monetario de los déficits tiene la obligación de mantener tasas de interés reales positivas y los límites estrictos a las transferencias al tesoro del Banco Central son cambios importantes sobre la configuración actual que podrían tener algún efecto sobre el nivel de actividad. La contracara de esa presión recesiva, sin embargo, podría contribuir a enfrentar aquello que la vicepresidenta identificó, correctamente, como el principal problema de la economía argentina, que es su bimonetarismo. Sin salida del cepo a la vista, las tasas de interés por encima de la inflación y las necesidades de financiamiento podrían estimular a los argentinos a la adopción de instrumentos de ahorro en pesos y al Estado a mejorar la composición de la deuda hacia nuestra moneda. El presidente deberá elegir.

La reducción progresiva de los subsidios demandada por el organismo colisiona con el aumento del 20% anticipado por las autoridades argentinas.

Por último, la pregunta válida por las alternativas debería contemplar escenarios realistas. Decir que los dólares que Argentina no pagaría de defaultear con el Fondo Monetario podrían usarse en tal o cual destino supone que Argentina los tiene. La afirmación es falsa. Las reservas netas son escasas y su recomposición es, incluso con un programa vigente, la parte ausente en la explicación del programa. El acuerdo con el Fondo es una condición de posibilidad para enfrentar el problema pero en modo alguno lo resuelve.

Las posiciones de principio, a veces, olvidan los resultados concretos. Mientras Néstor Kirchner obtuvo una quita de deuda de los acreedores privados del 66%, el planteo sobre la legitimidad de la deuda esbozado más tarde por Rafael Correa derivó en un alivio menor que, además, disparó la prima de riesgo ecuatoriana, encareciendo el endeudamiento futuro de un país que -sin moneda propia- no puede recurrir a otro medio cuando debe enfrentar un aumento abrupto del gasto público o una caída de la recaudación.

Si bien el acuerdo con el Fondo parece lo más razonable que podía firmar la Argentina, pero también pavimenta el camino para una derrota oficialista en 2023, la oposición tiene un desafío a la hora de rubricar el programa en el Congreso. Si acompaña los pedidos de los factores de poder, corre el riesgo de quedar pegada a un proceso que no cumpla las expectativas de la sociedad. Y, a la vez, no parece tener margen para no hacerlo. Mientras tanto, aquella, en medio de una crisis social y económica inconmensurable, aumenta su sensación de desamparo. Con pandemia.

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